La Casa de las Cadenas

No es mucho lo que conocemos sobre esta casa, hoy convertida en Museo de Arte Contemporáneo. Tan sólo que recibió este nombre por unas cadenas que colgaban en su fachada, además de su posible pertenencia a un noble caballero de los Reyes Católicos. A pesar de los escasos datos que existen sobre este edificio no escapa al encanto de su propia leyenda, que en este caso es algo singular.

En la época que hemos referido, la de los Reyes Católicos, tenía en sus sótanos su taller un judío llamado Ismael. Con gran destreza en la forja del hierro fabricaba en su local las mejores rejas y templaba las espadas más resistentes. Pero aunque su habilidad para ello era comentada en toda la ciudad, no estaba en ello su principal especialidad, sino en la elaboración de las gruesas cadenas que serían utilizadas para amarrar a los cautivos apresados en batalla. En tal labor ponía el judío todo su empeño y la mayor parte de su tiempo.

A lo largo de todo el día e ininterrumpidamente los vecinos escuchaban al forjador golpear el yunque con su martillo. Unos, admirados alababan su laboriosidad. Otros, molestos por el incesante ruido, le calificaban de avaricioso por su derroche de trabajo. Los más opinaban que tras tanta actividad no podía haber nada bueno, sino obra de Satanás.

En lo que todos estaban de acuerdo, y algún testigo lo había podido presenciar por sus propios ojos, es que a altas horas de la madrugada las pesadas cadenas eran cargadas sobre carromatos que desaparecían una vez llenos, rompiendo el apacible silencio de las desiertas callejuelas. Decían que aquellas cadenas iban destinadas a Granada para ser utilizadas en los cautivos cristianos, pero jamás pudo probarse.

Lo único que sabemos con certeza es que la reina Isabel ordenó tras la toma de Granada guardar las cadenas de los cautivos como símbolo de su liberación. Poco después, aquellas gruesas cadenas que tal vez forjara Ismael, fueron colgadas en la fachada de San Juan de los Reyes, donde aún hoy quedan algunas que podemos contemplar.

Sobre relato de Pablo GamarraAguafuertes toledanos, página 1.

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