Sucesos extraños en el Alcázar de Toledo

Un poco de historia:

Emplazado sobre una elevada y estratégica colina, es éste el motivo que ha justificado la existencia de una fortaleza más o menos importante en este mismo lugar desde épocas remotas. Según restos encontrados podemos confirmar este supuesto desde prácticamente tiempos romanos. Este hecho no pasa desapercibido para el reconquistador Alfonso VI, quien aprovechando restos de un castillo árabe levantó una fortaleza encomendando la vigilancia a Rodrigo Díaz de Vivar “el Cid Campeador”. El edificio debería poseer especial importancia, ya que era el lugar elegido como residencia por los monarcas durante su estancia en Toledo.

En el siglo XVI, con Carlos V ocupando el trono, llegó el momento cumbre del Alcázar, ya que el soberano quiso reformarlo creando un palacio digno del Emperador. Alonso de Covarrubias fue el encargado de las trazas en 1537, diseño que fue seguido por Francisco de Villalpando, Juan de Herrera y más constructores de reputada talla. Un siglo después, con el traslado de la capital a Madrid, el edificio perdió la principal función para la que había sido destinado y comenzó un período de declive, sufriendo distintas utilizaciones: cuadra, granero, cárcel, etc.

En 1710 fue incendiado por las tropas del archiduque Carlos, siendo restaurado en 1774 por Ventura Rodríguez para convertirlo en Real Casa de Caridad por orden del cardenal Lorenzana. Otro incendio, provocado en 1810 por las tropas napoleónicas, asoló de nuevo el edificio, que no fue rehecho hasta 1867 para ser utilizado como Academia de Infantería. No fue éste el último incendio sufrido, ya que en 1887 el edificio fue de nuevo pasto de las llamas, siendo posteriormente reparado con aspecto más notable.

El grandioso edificio fue de nuevo protagonista del desastre, ya que en 1936, a causa de la Guerra Civil española, el edificio fue prácticamente reducido a escombros. Afortunadamente fue reconstruido por el Ministerio del Ejército y Regiones Devastadas. Para ello utilizaron como modelo fotografías y planos existentes, dotando al Alcázar de un aspecto similar al que presentaba antes de su destrucción.

Durante los últimos años el Alcázar albergó dependencias del Gobierno Militar, siendo actualmente sede de la Biblioteca de Castilla la Mancha y desde el año 2010 el Museo del Ejército.

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Con todo lo sucedido a lo largo de la historia en el emblemático edificio, incluidas múltiples tragedias como la acontecida en el verano de 1936, en que el Alcázar fue testigo y protagonista de una Guerra Civil que enfrentó a hermanos y amigos entre sí y esperemos que no vuelva a repetirse jamás, es normal que se considere que el monumento esté “impregnado” de energías que puedan manifestarse de una u otra forma.

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A mediados de la década de los noventa del pasado siglo, una conocida publicación toledana se hizo eco de ciertas habladurías que corrían como la pólvora. Por entonces el edificio, además de como museo, era utilizado como gobierno militar. No es de extrañar entonces que la vigilancia de parte de sus instalaciones fuera llevada a cabo por los reclutas de un servicio militar que vivía sus últimos años. Fueron algunos de estos reclutas los que afirmaban haber vivido algunos momentos un tanto insólitos. Afirmaban que durante sus guardias se acercaba a ellos un militar de alta graduación, con uniforme que catalogaban de anticuado, que les recriminaba no cuadrarse y realizar el saludo correctamente, marchándose de igual manera que había llegado. Al finalizar su guardia, y dar las novedades al superior correspondiente, este no acertaba a saber de quién podría tratarse, ya que en ese momento no se encontraba ningún oficial o suboficial dentro del Alcázar.

Por aquella época también fue cuando el célebre profesor e investigador F. Ruiz de la Puerta, con otros acompañantes, realizó una psicofonía en una casa cercana, que ha sido emitida en numerosos programas especializados en el misterio. En dicha psicofonía, entre la conversación de los investigadores parecen colarse unas voces de fondo que gritan “cerdos, fascistas, asesinos…”

En el año 1999 tuve la oportunidad, junto a mi buen amigo D. Yáñez, de poder filmar con el edificio cerrado al público todas las dependencias del museo, incluyendo los sótanos y otras estancias hoy no disponibles, pudiéndome dar cuenta en ese momento de la sensación que uno vive al recorrer sólo el interior de estos muros que vivieron unos momentos tan trágicos. La calidad del vídeo no es muy buena, pero sirve para recordar cómo eran estos espacios abiertos al público hasta hace no muchos años.

Más recientemente, y desde que en su interior se encuentra la Biblioteca de Castilla la Mancha y el Museo del Ejército, son también varios los trabajadores que aseguran haber vivido algún que otro fenómeno extraño, aunque son reticentes a la hora de facilitar detalles. Luces que se apagan y se encienden solas cuando los vigilantes realizan sus rondas, objetos que aparecen en lugares que no deberían estar, sombras fugaces que se ven por ciertos rincones es algo que parecen vivir con cierta asiduidad.

La fortuna que tenemos con este histórico monumento es que cualquier ciudadano puede visitar su biblioteca o el Museo del Ejército, pudiendo acceder prácticamente cualquier día a gran parte de sus dependencias. Aunque por supuesto no es lo mismo que permanecer dentro cuando nadie o casi nadie queda en su interior.

Polvorines de la Fábrica de Armas

Tengo previsto realizar en breve una entrada sobre la el Campus Universitario de la Fábrica de Armas, y es que, según el profesor Ruiz de la Puerta, éste es sin duda el punto más caliente de fenómenos extraños en Toledo. Mientras estoy recopilando material al respecto he recibido un par de correos comentándome ciertos rumores y habladurías respecto a la zona de los polvorines de la Fábrica de Armas, que se encuentran al otro lado del río, y a la que se accede desde la zona conocida como “La Olivilla”.

No le di mucha importancia en un principio a estos correos, ya que provenían de fuentes anónimas y desconocidas para mí, y facilitaban datos muy vagos y más propios de leyendas urbanas conocidas en Toledo, pero con base poco sólida. Me alertaban sobre la posibilidad de la celebración de extraños ritos en los ruinosos edificios a cargo de extraños personajes encapuchados, en los que encendían hogueras e incluso sacrificaban animales. Afirmaba una de estas fuentes que en cierta ocasión presenció como un grupo de unos ocho individuos que se ocultaban bajo una capucha huían a toda velocidad de uno de estos edificios dispersándose por diferentes caminos de la zona.

Hace años, concretamente durante la primera mitad de la década de los 90, hubo cierto auge de algunas sectas de corte satánico en toda España, y Toledo no se libró de ella. Los cementerios del barrio de Azucaica y el propio de Toledo fueron profanados, y los expertos lo atribuyeron a rituales de este tipo de sectas. En muchos callejones del Casco Histórico de Toledo aparecieron diferentes pintadas, que afirmaban los estudiosos no podrían ser obra de bromistas, y durante un buen tiempo se habló de ello, y con el tiempo pasó al olvido.

Al no ser un experto en este tema no puedo afirmar nada con rotundidad, pero la lógica me hace pensar que en caso de que volvieran a aflorar este tipo de sectas en la ciudad no se reunirían en un lugar de tan fácil acceso al resto de mortales, sino que lo harían en un lugar a salvo de miradas ajenas. Por eso lo consideré una simple anécdota, fruto posiblemente de un grupo de bromistas, y decidí no darle importancia.

Sin embargo hace unos días pasé ante la entrada de la zona de los polvorines, y por simple curiosidad decidí entrar a echar un vistazo. Es un parque que ya conocía con anterioridad, ya que ofrece muy buenas vistas de Toledo y a pesar del estado de abandono al que está sometido es un lugar agradable para pasear. Pero en ese momento, con mi cámara de foto colgada al hombro y la grabadora preparada, quería observar más detenidamente aquellos edificios medio ruinosos que siempre habían pasado inadvertidos para mi.

Lo primero que me gustaría advertir es que se trata de un lugar peligroso por causas físicas, y es que el estado de abandono se refleja en la falta de tapaderas de alcantarillas que pueden ocasionar un buen disgusto a cualquier transeúnte que camine por allí con poca luz. Por ello recomiendo encarecidamente no transitar por allí cuando no haya luz.

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polvorines 058Al poco de entrar por la puerta de acceso desde “La Olivilla” nos encontramos con el primer polvorín, sin ningún tipo de restricción de acceso, completamente abandonado, y lleno de graffitis.

polvorines 008polvorines 009polvorines 010polvorines 011Poco más abajo de este, de tamaño algo mayor y con unas vistas impresionantes a Toledo, existe otro polvorín, también completamente abandonado, lleno de pintadas, y con indicios de que allí hace poco ha podido pernoctar alguien, al encontrar enseres como mantas y colchones viejos, así como restos de hogueras y envases de combustible. Al haber también cascos viejos lo más probable es que allí se refugiaran recientemente, en época de frío, algunos operarios de obras que se realizaran en la zona. Respecto al tipo de pintadas, nada atribuible a esos “extraños ritos” que me indicaban, bajo mi punto de vista.

polvorines 015polvorines 018polvorines 019Prácticamente frente a este segundo polvorín nos encontramos con lo que parece una antigua vivienda en avanzado estado de ruina, y bastante peligrosa, al no tener cerrado el acceso y mostrar un deterioro bastante evidente. Es un edificio bastante amplio, y en su día tuvo que ser bastante acogedor, con unas vistas privilegiadas, aunque con el murmullo del río demasiado cercano. Al igual que en los polvorines las paredes están cubiertas con diferentes graffitis y pintadas, algunas de ellas intentando simular pintadas “satánicas” (por denominarlas de alguna forma), aunque confundiendo la estrella de David con el pentáculo. Por tanto, tampoco nada que reseñar.

polvorines 026polvorines 028polvorines 030polvorines 031polvorines 040Poco más abajo, otra vivienda bastante más amplia, y aislada del resto. Destaca un amplio y oscuro sótano con un antiguo corral, y que este edificio ha sido ahogado en los últimos años por el avance de la naturaleza, ya que está completamente rodeado de árboles y maleza. El acceso a la parte alta de la vivienda es prácticamente imposible, y peligroso al no ver donde se pisa.

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polvorines 043polvorines 049polvorines 052polvorines 048polvorines 045polvorines 052polvorines 055Por último, separado del resto de edificios, y más cerca al conocido “Puente de Polvorines”, encontramos un último polvorín más pequeño que los dos anteriores. Se encuentra en un estado algo menos deteriorado, y en este caso sí que me llamó la atención los restos de un pequeño animal en su interior.

polvorines 059polvorines 061polvorines 063Como curiosidad quise hacer una serie de grabaciones en los diferentes edificios, esperando poder capturar algún tipo de sonido, pero las grabaciones fueron completamente limpias. Lo único reseñable lo grabé en el primer polvorín, en el que se escucha una débil campanada en el 3’58” aproximadamente.

La lógica me lleva a pensar en que puede tratarse de un insecto o pequeño ave impactando con el tejado de chapa del edificio, pero lo dejo como curiosidad.

Por lo demás nada extraño en la zona. Es posible que se pueda haber visto a determinados individuos encapuchados por la zona, que se trataría posiblemente de los grafiteros tratando de no ser reconocidos. El resto es sin duda fruto de la imaginación popular.

En este caso el verdadero misterio es cómo una zona que puede ser un vistoso paseo disfrutado por todos los toledanos esté en semejante estado de abandono y con un peligro tan evidente, que debería solucionar de forma urgente el responsable, ya sea el Ayuntamiento, la Junta de Comunidades, o la Universidad de Castilla la Mancha.

Por último mi insistencia en no transitar por la zona en ausencia de luz, por el peligro físico que ello conlleva.