El caso de San Pedro Mártir
Si tuviéramos que elegir un lugar de Tóledo célebre por sucesos extraños acontecidos en él, y conocidos por casi todos los habitantes de la ciudad, ese no es otro que el antiguo convento de San Pedro Mártir. Y es que este edificio, hoy reconvertido en Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, es uno de los más visitados por los estudiantes toledanos, ya sea por que están allí matriculados, o simplemente porque van a hacer uso de su amplia y tranquila biblioteca.
Un poco de historia
En el año 1407, sobre unas casas propiedad de doña Guiomar de Meneses y don Alonso Tenorio de Silva, se ubicó en este lugar un convento de frailes dominicos bajo la advocación de San Pedro Mártir. Poco a poco, con el paso de los años, los frailes recibieron en donación más propiedades aledañas o fueron comprándolas, llegando a ocupar una extensión de casi doce mil metros cuadrados. Se dio la circunstancia que tuvieron que unir parte de sus propiedades con un cobertizo, e incluso construir en una calle pública, por lo que el Ayuntamiento les obligó a perpetuidad a que permitieran el paso a los ciudadanos por el interior del templo y del claustro, que por este motivo fue conocido como el “claustro de las procesiones”. Esta obligación debía cumplirse desde la salida hasta la puesta del sol, y estuvo vigente hasta la exclaustración del templo en 1835.
Este convento tuvo gran importancia, no sólo por su tamaño, sino por otras circunstancias peculiares, como por ejemplo que en él establecieron los Reyes Católicos la primera imprenta que hubo en Toledo. Aquí se imprimían las famosas bulas que se comerciaban en la cercana calle que tomó nombre de esta actividad, la calle de las Bulas. La actividad de la imprenta duró hasta finales del XIX, por la constancia que queda de las últimas obras allí impresas.
Otro motivo por el que es célebre este convento es por haber sido sede del Tribunal de la Inquisición en 1485, ya que los dominicos tenían encomendado el juicio de las causas. Desde aquí es desde donde partían a Zocodover los encausados por la Inquisición, camino a la plaza de Zocodover, en donde tendría lugar el auto de fe. Nada más lejos de la leyenda urbana que afirma que en este convento los inquisidores torturaban y ejecutaban a herejes y acusados de injurias contra la fe. En esta época, la de mayor auge del convento, llegaron a morar entre sus paredes más de sesenta frailes, muchos de ellos afamados miembros del Santo Oficio.
Otro capítulo importante del edificio se puede datar durante la invasión francesa, en dónde tropas del ejército de Napoleón lo tomaron como albergue, llegando a causar notables desperfectos. Son estos acontecimientos los que utilizó Bécquer para una de sus más célebres leyendas, la de “el beso”, cuya lectura recomiendo encarecidamente.
Tras la exclaustración del convento fue utilizado para fines diversos. Primero como cuartel de Milicias Nacionales. Posteriormente pasó a la Comisión Provincial de Monumentos que lo declaró “Panteón Provincial” y lo utilizó para guardar las obras artísticas salvadas de otros edificios, como diversos mausoleos. En el año 1846 el edificio se cede a la Diputación Provincial, que lo utilizó como asilo, circunstancia que acarreó que la imprenta en esta época se conociera como “Imprenta del Asilo”.
El 27 de mayo de 1993, tras una profunda remodelación, se inauguró el edificio que iba a ser destinado a sede de la Delegación del Gobierno y de la Administración del Estado, pero en la ceremonia inaugural el por entonces Presidente de la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha, José Bonó, solicitó al Ministerio del Interior que le cediese el edificio para edificio universitario, fin que hoy en día sigue cumpliendo.
(Historia Tomada del libro “Fantasía y Realidad de Toledo”, de Ángel Santos y Emilio Vaquero, Ed. Azacanes).
Lo que se cuenta
Desde que San Pedro Mártir fue ocupado por cientos de profesores, alumnos, y empleados de la Universidad de Castilla la Mancha son del dominio público los rumores que afirman que entre aquellos antiguos muros suceden algunas cosas que carecen de explicación lógica. Y esto resulta de mayor interés si cabe debido a la coincidencia de los testimonios de numerosos testigos que afirman haber visto algo muy parecido, al margen de su edad u ocupación en el centro.
De hecho los testimonios provienen de alumnos, empleados de limpieza, empleados de seguridad, personal de la Universidad, o simples visitantes.
Uno de los testimonios más repetidos se refieren a la visión de una figura difuminada, que algunos describen como una débil humareda blanca, que suele verse por algunos lugares del antiguo convento, principalmente algunas zonas como el claustro, la biblioteca, la iglesia, o la sillería superior. Afirman los testigos que esta humareda blanca se desplaza como si fuera flotando, y de manera bastante rápida, de forma que nunca suele verse por un periodo superior a tres o cuatro segundos. Algunos testigos han ido más lejos, e incluso afirman haber visto este fenómeno de forma más clara, pudiéndose vislumbrar una figura femenida ataviada con una especie de hábito blanco, como si de una monja se tratase. Esta versión está bastante extendida entre el personal de limpieza, quienes incluso, tal vez para vencer el temor que pudiera causar, se refieren a esta figura como “Encarna”. Y es que, con toda naturalidad del mundo, cuando las limpiadoras van a entrar en alguna de las dependencias en donde suele manifestarse esta visión, lo hacen al aviso de “Encarna, no me asustes que voy a entrar”, llegando a despedirse de la misma forma que entraron.
Cabe destacar que en la historia de San Pedro Mártir no destaca la presencia de ninguna mujer, ya que siempre albergó religiosos del sexo masculino. No obstante casi todos los enterramientos que hay allí son de los religiosos dominicos, con la excepción de dos enterramientos de mujeres traídos aquí durante su uso como “Panteón Provincial)
Estas limpiadoras protagonizaron un conocido capítulo en estos fenómenos de San Pedro Mártir. Tras limpiar una de las aulas de la planta baja del claustro, y dejar perfectamente limpia la clase y bien ordenadas las más de cincuenta mesas y sillas, subieron al primer piso del claustro para continuar con sus labores. Al subir las escaleras vieron que la luz del aula que acababan de limpiar se encontraba encendida, y volvieron con el fin de apagarla. Su sorpresa fue mayúscula cuando al entrar comprobaron que la totalidad de mesas y sillas que habían dejado perfectamente colocadas se encontraban desorganizadas, y eso en apenas un minuto de tiempo. Sin comprender que podía haber pasado, ya que el edificio estaba cerrado al alumnado y sólo ellas y el conserje estaban en ese momento en su interior, se dirigieron a éste, quien decidió llamar a la policia por si alguien se había colado en el centro. Al poco se personó la policía en el viejo convento, y tras hacer una inspección comprobaron que allí no había nadie escondido.
Otro tanto sucede con el personal de seguridad, que tiene que pasar largas horas en San Pedro Mártir cuando no hay nadie más en su interior. Cabe destacar que estos trabajadores son los menos dados a hablar del tema, ya que comprensiblemente pueden temer por su puesto de trabajo. Durante un tiempo desempeñé un puesto similar, y conozco de primera mano que las empresas de seguridad no hacen caso y desprecian este tipo de comentarios de sus trabajadores. Pero aún así son muchos los relatos que en los últimos años por boca de estos guardias de seguridad se han extendido entre la comunidad universitaria, y por extensión entre los ciudadanos de Toledo.
Mucho se ha hablado del extraño funcionamiento de los ascensores durante la noche sin que nadie pueda operar los botones. Los ascensores comienzan a funcionar deteniéndose en cada planta, abriendo sus puertas, y volviéndolas a cerrar. Fenómeno muy repetido en otros emplazamientos similares. No creo que se debiera dar mayor importancia a esto, ya que muchos ascensores están programados para retornar pasado cierto tiempo a la planta en donde hay más afluencia de público. O incluso un fallo en la botonera pudiera causar este extraño funcionamiento. Aún así se comenta que más de un vigilante de seguridad se ha sobresaltado por ello, y no hay explicaciones lógicas que les tranquilicen.
También se habló hace varios años que estos vigilantes de noche escuchaban ruidos en las plantas superiores, como de pasos y arrastrar de muebles, y que cuando subían a comprobar qué era lo que ocurría no encontraban el motivo del ruido de los inexplicables pasos, pero sí encontraban el mobiliario en algunos lugares colocado de forma diferente a la habitual, lo que en más de una ocasión propició la correspondiente llamada a la policía.
Tristes y conocidos son en la ciudad los dos fallecimientos de vigilantes de seguridad durante su servicio nocturno en un lugar determinado; la iglesia conventual. Según se afirma uno de estos fallecimientos puede tener su explicación lógica, ya que el trabajador llegó precipitadamente al cambio de turno y con evidentes signos de fatiga. El diagnóstico del fallecimeinto fue infarto de miocardio. El otro compañero no tiene explicación tan sencilla, aunque posiblemente tenga también su lógica explicación, a pesar de tratarse de un joven sin aparentes problemas de salud. Lo que llama la atención es que un hecho tan poco habitual como es el fallecimiento de un vigilante se haya repetido en un intervalo de menos de diez años en el mismo lugar. Aún así, y debido a lo delicado del tema, son cosas de las que no se ha vuelto a hablar abiertamente.
La biblioteca de San Pedro Mártir es uno de los lugares más utilizados por la comunidad universitaria de Toledo, y suele estar siempre llena de alumnos que acuden allí a estudiar con tranquilidad. Pero eso es en las horas de mayor tránsito, ya que a últimas horas esta biblioteca no suele estar tan solicitada. De hecho, en épocas de exámenes, la Universidad suele habilitar otras aulas para su uso como estudio. Sin embargo muchas de ellas no son ocupadas, debido al recelo de los estudiantes a permanecer en ellas cuando la ocupación no es alta.
Finalmente son muchos los estudiantes que aseguran haber visto también esta figura vaporosa que se desliza por ciertas zonas, aunque habría que ver si en algunos casos es mera sugestión, o simple afán de protagonismo. Aún así es llamativo que todos los testimonios coinciden en la descripción de esta “humareda o nube blanca”, sin alarde ni fuegos artificiales que exageren la visión.
Lo que sí es cierto que el edificio de San Pedro Mártir es a día de hoy el edificio de Toledo dónde más conocidos son sus extraños fenómenos. Puede ser que tenga una explicación lógica, que se trate de una sugestión generalizada, o incluso cierta histeria colectiva. Pero mientras no llegue esta explicación continuará siendo uno de los misterios toledanos más destacados.
En este enlace se puede ver reportaje sobre el asunto emitido en el programa “Cuarto Milenio” (Buscar 1:33’15”)
http://www.mitele.es/programas-tv/cuarto-milenio/temporada-7/programa-274/